
Cada mañana en que la maleza es sacada,
los hombres despiertan descalzos,
beben agua clorificada y
escuchan con certeza la mutilación de la maleza.
La maleza muere fuera de sí.
Puede ahora ser cualquier cosa,
pero sigue siendo
esa indeseable mortalidad rutinaria.
Los olores matutinos
son la identidad de Este Día.
La cera escurrida por los pisos de madera,
la que se derrite, fundiéndose en el piso.
El aroma de la enfermedad usual,
las extensiones del propio cuerpo
en los estertores de esa enfermedad:
sí, mejoramos cada día.
El pan horneado, la alegoría de la imaginación.
Las venas se agitan en esta actividad.
Las venas, más bien, soportan la turbulencia
de la bullente sangre que se derramará
por los huecos del cuerpo, de esa ostra
que es nuestra comarca.
Las burbujas explotan,
dilatando el comportamiento.
Todo es un exceso en este momento,
todo parece suficiente
y justificado.
Es un éxtasis poco novedoso.
Se fraguan los charcos de siempre
desde donde la Maleza Inicial
vuelve a surgir.