martes, 2 de noviembre de 2010

Verde


Presuntuosa verdad: a mitad del azul y amarillo, si de pigmentos se trata.

Cuánto dura el verde en mis ojos, cuánto dura en la piel reptiliana.

Que el cerebro fuese arbóreo, el fantasma de su verdura fluorescerá.

Cuánto dura el verde en sus ojos.

Si su verde fuese celeste, si el cielo aterrizara, si la altura fuese la anti-medida,

si los gusanos fuesen las aves.

De qué modo el verde nos dura.

La hace durar a ella cuando se refleja en flor.

Y es que sus pendientes son verdes, la justa medida,

el justo color, la justa verdad.

Siempre habrá pigmentos, se piensa en calidad;

tratado de la emoción, un hueco en el estómago,

dispararse verde.

Si fascismo verde, si minoría verde, si juventud verde,

si clasismo verde, si justicieros verdes, si rabiosos verdes...espejismos verdes.
Los pigmentos son disparados, por eso el verde ni en la putrefacción es tal verde;
el verde no es emblema, ni es joya.

Ella tiene el verde porque dura su silueta: mujer del cielo desplegado.

viernes, 2 de abril de 2010

Tú, Tierra

Tierra, tú guardas el viaje de la luz,
te la impregnas con vigor,
y su otrara resplandor
es ahora un verde independiente
o un amarillo incandescente;
un mineral de las plantas,
la vestimenta de nuestros antepasados,
la claridad de nuestro pasado.
Tierra, tú cuidas nuestras memorias
como palmas maternales
que calculan en una danza
la temperatura del néctar materno.
Tú mezclas nuestra nostalgia
con la fricción del tiempo.
Tú nos das posicionamiento y
vuelves a hacer palpitar nuestras venas.
Tierra, tú nos excedes en vejez
porque nuestra edad, nuestro tiempo,
se perpetúa en ti.
Tierra, tú que recuerdas
la arritmia de nuestras costumbres,
tú que lates con ellas
y nos permites compartir tu corazón
cuando el nuestro ha abandonado su latido,
tú que sabes el secreto de nuestros muertos,
tú que soplas el ayer y con él
nuestro silencio imperturbable.
Tierra, tú me golpeas fuerte ahora
cuando hablas sin palabras
nuestro dolor de siempre.